¿Qué es un bosque? ¿Un conjunto de árboles o un hábitat de animales y reservorio de miles de especies vegetales o áreas estables productoras de oxígeno? Sí, conceptualmente un bosque es eso, pero en este nuevo milenio, es mucho más, es una de las tablas de salvación de las que puede asirse la especie humana en medio de tanto desastre climatológico.
Si analizamos todas las potencialidades de los bosques estamos ante un elemento vital en la absorción del dióxido de carbono, como mecanismo natural de cada planta al realizar su fotosíntesis, por solo citar alguna. ¿Influiría o no la deforestación en la generación de gases de efecto invernadero? Por supuesto que sí, casi en un 20% de las causalidades, según informa el Banco Mundial. La tala indiscriminada para obtener maderas o nuevos terrenos de tierras de cultivo atenta contra esa bondad evidentemente. Y como parte de círculos viciosos de afectación-consecuencia, el hombre emerge como el eslabón reparador, si así lo quisiera. Lamentablemente no todos lo hemos entendido así.
Tal vez por ello la Asamblea General de las Naciones Unidas instituyó el 2011 como el Año Internacional de los Bosques con el lema "Los bosques, para las personas", con la intención de vincular más a la gente a la protección de estos, teniendo en cuenta que actualmente contienen en su seno el 80% de la diversidad del planeta, además del beneficio que le reportan a muchas comunidades, sobre todo indígenas, que dependen de ellos para subsistir.
Concebir zonas boscosas que atesoran especies endémicas para la protección, no solo garantiza su reproducción y conservación sino que repercute en el funcionamiento ecológico que necesitamos.
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